14 de julio de 2014

La ira de un dios II: Las alas de plata

La niña que habíamos rescatado apenas hablaba. El niño de afuera nos incitaba a salir y darle la cara. Los monos no hacían más que intentar entrar en la cabaña, embistiéndose contra las puertas y ventanas. El hombre de la chica medio decapitada no paraba de llorar y gritar, había perdido su cordura por completo. Mi amigo y yo, los únicos que conseguimos escapar de aquella ciudad derrumbada, entramos en pánico al ver la situación, no sabíamos qué hacer. Si ese niño era dios ¿Qué hacía ahí? ¿Había empezado el apocalipsis? ¿Por qué era tan sádico si era un dios? Pero, la pregunta que más rondaba nuestra cabeza era la obvia ¿Qué íbamos a hacer? ¿Había alguna forma de escapar de un dios… o lo que fuera aquel niño?

En aquel nido de histeria colectiva que nos había envuelto en la cabaña pudimos escuchar, por sobre todos los sonidos, un disparo, fuerte, estruendoso, certero y alentador que venía de fuera. Semejante ruido nos ayudó a mi amigo y a mí a “despertarnos”. Sostuvimos a la niña en brazos y al hombre intentamos persuadirlo para que nos siguiera. La única respuesta que obtuvimos de éste fue ver como agarraba un simple cuchillo de cocina y comenzaba a auto flagelarse, empezó rebanando parte de los dedos de su mano izquierda, nos miró sonriente y cortó parte de su oreja derecha, continuó con varias partes de su cuerpo como su mano completa, una de sus piernas... Mi amigo puso punto al problema acertándole un disparo en medio de la frente.

Corrimos, corrimos por la cabaña buscando algún lugar para refugiarnos, algo que pudiera ser de ayuda, algo que nos salvara…

 La niña por fin habló, ese lugar había sido una casita de investigaciones religiosas donde el padre y la madre de ella habían comenzado algunos acercamientos al lado místico de nuestra existencia. Nos señaló una alfombra de color rojo con un peculiar bordado en color plata de una serpiente engullendo a un niño de cabello blanco. Quitamos la alfombra y bajo esta vimos dos alas de ángeles, talladas en plata haciendo la función de una puerta.

La niña saltó de mis brazos y abrió las alas e inmediatamente se coló en ellas. No le perdimos el rastro, seguimos tras ella para saber a dónde nos conducía la puerta de alas de plata…

Continuará!


Voy a ir escribiendo de a poco esta historia según me vayan dando chispazos de ideas... ¿qué les parece? ¿alguna sugerencia?

Ba-Bye!
ZoeAkari

No hay comentarios:

Publicar un comentario