26 de junio de 2014

La ira de un dios

Éramos un grupo de amigos. Íbamos de excursión a las ruinas de una ciudad que recientemente había caído y teníamos curiosidad el motivo por el que había sido un enorme imperio y, como por arte de magia, se había convertido en chatarra  en sólo una noche.

No esperábamos encontrar respuestas ni ningún indicio de lo que había sucedido pero íbamos a intentarlo de todas formas, era un simple viaje a un montón de escombros ¿qué podía pasar?

Al llegar nos sorprendió ver edificios caídos, mucha arena, todo desplomado, como si hubieran pasado cientos de miles de años por ahí, o bien una guerra. Podías ver algún que otro trozo de lo que había sido una prenda de ropa pero, para nuestra sorpresa allí no había vida alguna. No habían seres humanos como nos lo esperábamos pero, tampoco habían animales y este detalle era muy extraño. ¿Dónde habría ido a parar tanta gente? ¿Por qué los animales no eran capaces de acercarse a ese lugar desierto?

Restamos importancia al detalle y nos adentramos un poco en las ruinas, vimos algunas casas por dentro y todas eran un verdadero caos, trastos por el suelo, muchas telas colgadas, ventanas tapadas sin que pudiera entrar ni un rayo de sol, puertas cerradas con clavos u otros objetos que las bloqueaban por completo.

En una de las casitas pudimos encontrar el cadáver de un mono, con el cráneo aplastado. No entendimos qué hacía eso ahí y seguimos con nuestro camino.

La noche iba cayendo y decidimos volver al auto para pasarla ahí y no estar incómodos en algunas de esas casas desastrosas.  En el camino al auto cayó de arriba un esqueleto de mono, se quedó parado frente a nosotros y nos quedamos quietos, vimos como de los escombros salían más de esos monos cadáveres y empezaban a avanzar hacia nosotros de a poco, tres de nosotros echamos a correr hacia atrás y los demás se quedaron paralizados, en ese momento comprendimos que la población había sido acechada y devorada por aquellos huesos móviles.

Corrimos y nos metimos en una de esas casas desastrosas, cerramos las puertas y ventanas, como habíamos visto en otras y nos quedamos callados. Por lo visto, eso los frenaba y no podían entrar, entonces… si los ciudadanos se escondían así ¿cómo es que murieron todos? ¿No quedaba absolutamente nadie allí?

La casa que hurtamos momentáneamente estaba repleta de libros y cuadernos escritos por lo que parecía haber sido un científico. En estos libros relataba experimentos referidos a animales. Seguimos buscando en la casa y, entre mantas, ropa y trastos salió una mano, sacamos a una niña de unos siete u ocho años de allí. No tuvimos tiempo de hablar con ella porque los esqueletos de monos empezaron a golpear las puertas para entrar.

Nos encerramos en una de las habitaciones junto a la niña y, mientras entraban esos monos en la casa, salimos por la ventana pudiendo ver a cientos de miles de esqueletos partiendo hacia otras ciudades. Subimos al auto y huimos tan lejos como pudimos.

Durante el viaje solo veíamos como el mundo se venía abajo por esta plaga de huesos vivos. Apreciamos como todo lo que conocíamos era reducido a simples escombros.
Tras un viaje muy largo llegamos a una casa de madera perdida entre arena. Allí encontramos a una pareja que se encerró con nosotros.

Escuchamos una calma absoluta, un silencio mortífero y nos asomamos a la ventana donde pudimos apreciar sobre el lomo del esqueleto de un caballo a un niño joven de unos seis o siete años, de cabello blanco como la nieve, piel pálida como la de un muerto, ojos dulces y rojos y una sonrisa temible. A su lado se veían dos hombres alados tan o más blancos que el niño, de cabellos largos y con rostros serios. Alrededor del niño y sus guardaespaldas habían cientos de miles de cadáveres de monos quietos y atentos.

La mujer de la pareja que encontramos en la casa de madera tenía un hermano pequeño que había desaparecido y, mientras observábamos el calmo panorama por la ventana vimos como del aire apareció el hermano de ella. En ese entonces el silencio fue roto por una voz firme, risueña y aterradora –Si el dueño de este niño aparece les entregaré la libertad y les permitiré vivir- alzó al niño en el aire sin moverse y el pie del hermano de la mujer entró en la boca del niño de ojos rojos, de la boca de este niño empezó a rebozar sangre, manchando su tez pálida con este líquido a la vez que reía.

Dentro de la casa de madera intentamos convencer a la mujer para que no saliera sin embargo, no pudimos hacer nada y ésta salió corriendo. Seguimos mirando por la ventana.  

-Dame a mi hermano- reclamó la mujer enojada y asustada ante aquel niño. El niño rió con la boca manchada en sangre, sacó al hermano de ella de su boca y se la limpió. Ella abrazó a su hermano pero éste se desvaneció en el aire. La mujer asustada y enloquecida gritó –Prometiste que nos dejarías seguir viviendo y en paz- a lo que el niño, con su especial sonrisa en la cara,  respondió – Yo les di libertad y la usaron, les di vida y la han vivido como han querido, les di paz y la rompieron  – El niño acercó su cabeza a la chica y se comió la mitad de la cabeza de ella – todo lo que te prometí ya te lo di en el pasado- el resto del cuerpo de la mujer cayó al suelo desplomado mientras el niño, dando a entender de que era dios, se reía y los monos volvían a la carga con su trabajo.

¿Continuará?

Este sueño me ha despertado el día de hoy. Lo he redactado para que tenga un poco más de coherencia. ¿Me estoy volviendo loca? Me encanta como me asustan mis adorables sueños xDDD

Ba-Bye!

ZoeAkari

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